El equipo de trabajo que le correspondía presentar la exposición del día, le había asignado la reflexión de la clase a la esposa de un ministro adventista. Tras entonar un par de cantos, la compañera tomó la palabra y compartió con nosotros un emotivo mensaje.
Durante su intervención nos invitó a ser amables con todos, ya que no sabíamos cuando perderíamos a un amigo o un ser querido. Cuando dijo esto último, la voz se le quebró y las lágrimas no pudieron ocultarse más. Entre sollozos contó a la clase del dolor que le acompañaba desde el día que perdió a su bebé.
Con las palabras de ánimo y el apoyo de su esposo, encontró
consuelo y logró salir adelante, sobre todo cuando nació un hermoso varoncito
que lo acompañaba a todas partes. Pero al finalizar la reflexión, expresó que
lo que más la animaba, era que desde el cielo la miraba un angelito que
aguardaba por ella a la segunda venida del Señor.
No daba crédito a sus palabras. Varios compañeros se miraron
entre sí, pero ninguno dijo algo al respecto en ese momento. El catedrático se
mantuvo callado sobre el asunto. Más tarde, en el comedor se escuchaban comentarios
sobre las ideas vertidas en la clase.
- Si usted tuviera la oportunidad de charlar con la estudiante sobre sus ideas de la vida después de la muerte, ¿cómo introduciría la plática?
- Durante la conversación, ¿qué pasajes bíblicos llevaría preparado para leerle a la hermana?
- ¿Qué cree que pudo llevar que esta estudiante conservara estas ideas aún después estar casada con un ministro?
- En la clase había compañeros que no compartían nuestra fe adventista, ¿cómo le podríamos decir que lo que la compañera dijo en la clase no tiene sustento bíblico?
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