“Destruirás a los que hablan
mentira. Al sanguinario y engañador abomina el Eterno.” Salmo 5:6
La
sabiduría mundana señala que la oración no es del todo indispensable. Algunos hombres de ciencia declaran que no puede
haber respuesta real a las plegarias. Un milagro propiciado por una súplica
equivaldría a una violación a las leyes que rigen a la naturaleza.[1]
Por lo tanto, es imposible pensar que los milagros ocurran por la intervención
divina en nuestras vidas… bueno, eso es lo que piensan algunos hombres de
ciencia.
Pero
más allá de esto, Satanás hecha mano de otras artimañas: nos llena de
indiferencia, indolencia y glotonería. Nos bombardea con diversas formas de
sensualidad vana, de un sinfín de placeres, de ostentación. Nos motiva a buscar
ganancias fáciles, fraudulentas. Procura
que nuestra confianza esté puesta en cosas terrenas y no en las eternas.
Nos
aísla volviéndonos fanáticos deportivos, amantes de los juegos de azar y
adoradores de diversos programas de televisión. Llena nuestro corazón de desánimo por las oraciones no contestadas. Se
apoya de los chismes y de la crítica para hacernos desfallecer. Un corazón
desanimado, sin fuerzas ni deseos para orar, es lo que espera de nosotros.
Siembra
el deseo por la comodidad y la apatía espirituales. Nos rodea de avaricia,
trivialidad, rencor e hipocresía. Ataca a los líderes eclesiásticos, mina los
esfuerzos evangelísticos, nos satura de tentaciones. Distrae a los jóvenes con diversiones baratas: el cine, la moda, la
fama, incluso con el lenguaje de chatura moral y lleno de desconfianza en Dios.
Anda
como león rugiente, buscando a quien devorar.[2]
Nos acosa con montañas de desaliento,
letargo espiritual, propósitos frívolos y nos roba la fuerza y el denuedo.
Nos hace dudar cuando oramos con elocuencia y no hay respuesta. Nos hace ver
que a la oración como una necedad de Dios y no nuestra. Nos inunda con la idea
que Dios tiene otras ocupaciones más interesantes que fijarse en nosotros.
Nos
hace razonar de la siguiente manera: “Si
Dios sabe lo que necesitamos, mucho antes que se lo pidamos, entonces, ¿para
qué orar?” Y en otras ocasiones solemos decir: “¿Por qué orar y esperar que
Dios resuelva mis problemas si puedo remediar mis asuntos yo mismo?” No es que
Dios necesite de nuestras oraciones; las oraciones nos acercan a Dios, y esa sí
que es una verdadera necesidad nuestra.
Si
Satanás hace todo esto, no debemos olvidar que “al acudir en respuesta al
pedido de oración, es como nos humillamos a nosotros mismos y nos ponemos al
alcance del mayor poder en todo el universo… el camino de la humillación es la
que nos conduce a las alturas… Admitir
que se tiene grandes necesidades, es poseer el reino de los cielos.”[3]
Mi
oración por ti será:
“El Eterno te bendiga y te guarde. El Eterno
haga resplandecer su rostro sobre ti, y te conceda su bondad. El Eterno te mire
con amor, y te dé paz.[4]
Por Galdino Enríquez
Antonio
Leer “¿Cuál
es tu postura favorita de oración?”, en:
Leer “¿Cuáles
son las posturas de oración que podemos usar?”, en:
Leer “¿Por qué deberíamos orar?”, en: http://gacetadebelen.blogspot.mx/2016/06/por-que-deberiamos-orar-todos.html