“Aunque mi padre y mi madre me
dejaran, con todo el Señor me recibirá.” Salmo 27:10
Un
buen día de verano, Joaquín tuvo el firme propósito de limpiar el amplio patio
que rodea la casa donde vivía junto con sus padres y hermanos. La lluvia le
había devuelto el verdor a la maleza y ésta, había invadido casi todos los
rincones posibles de aquel patio. Era necesario hacer el trabajo de limpieza
cuanto antes. Nadie mejor que él para realizar la tarea.
En el momento que creía haber
terminado de afilar el machete, un trozo de madera, que hacía las veces de cuña
bajo el pedrusco, se salió de su lugar, e hizo que la piedra de afilar se
meneara. Esto propició que el machete hiciera un movimiento extraño entre sus
manos, produciéndole una cortada profunda a la altura de su muñeca derecha.
Ver
correr la sangre en abundancia, hizo palidecer a Joaquín. Sintió que la vida se
le escurría por la mano. Sus gritos de pánico fueron escuchados por su hermana,
que lo único que atinó a hacer fue levantarle la mano a Joaquín, mientras que
éste apretaba con su mano izquierda bajo la herida. Asustada, corrió en busca
de la madre, que había ido al mercado a ofrecer los frutos de la cosecha del
padre.
La
forma en que su hermana le dio la noticia a su madre, hizo que la pobre mujer dejara todo lo que estaba
haciendo y viniera tan de prisa como le fue posible.
Cuando
el pecado entró en este mundo, Dios deposito toda su gloria y poder en el Hijo, para rescatar al ser
humano. ¿Que has dejado tu para seguir al Señor?
La historia continua en: http://gacetadebelen.blogspot.mx/2015/11/el-costo-de-la-salvacion.html
Por
Galdino Enríquez Antonio
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