jueves, 14 de julio de 2016

Cómo orar (segunda parte)

"Oye mi oración, oh Eterno, y escucha mi clamor. No calles ante mis lágrimas, porque ante ti soy peregrino y advenedizo, como todos mis padres.” Salmo 39:12

Leer la primera parte de la historia en: http://gacetadebelen.blogspot.mx/2016/07/como-orar-segunda-parte.html

Cuando volvieron sus otros compañeros al salón, la maestra les dio la noticia que había terminado de calificar los exámenes y se los entregó. La tristeza fue notoria en su rostro: ¡había reprobado el examen! El resto de la mañana no fue alegría para ella, sino de desencanto y congoja. Y para coronar la pena de ese día en la escuela, a su mamá se le hizo tarde venir a buscarla y fue la última alumna en irse de la escuela ese día.

Cuando subió al auto, entre sollozos le platicó a su mamá todo lo que había pasado en la escuela con ella, mientras le reclamaba por su tardanza en venir a buscarla. Con una sonrisa en los labios su mamá quiso consolarla diciéndole que todo iba ha estar bien. Le prepararía una rica comida y juntas harían la tarea por la tarde.

Cuando ella bajó a comer, descubre que la rica comida era una sopa de verduras, algo que a ella no le era de agrado. Su mamá le prometió un helado si se lo acababa todo. Por amor al helado, con muchos esfuerzos se terminó la sopa. Cuando su mamá terminó de recoger la cocina, salieron juntas por el helado.

Karla pidió un helado de tres sabores, y encantada, llegó a su casa disfrutándolo.  Cuando abrió la puertezuela del patio de la casa, su mascota saltó hacia ella y golpeó su helado, éste cayó al suelo. Eso fue la gota que derramó el vaso de su triste día.

Subió a su cuarto y se encerró el resto de la tarde. Tampoco quiso bajar a cenar. Como última indicación del día, su mamá le dijo que no olvidara orar antes de dormir.

Esa noche no quiso orar. Estaba molesta con Dios y se acostó sin orar. Apagó la lámpara de su habitación y se dispuso a dormir. Se colocó de lado, boca abajo, giró a la derecha, a la izquierda; se puso boca arriba, colocó las almohadas entre sus piernas, se sentó… hizo de todo para tratar de conciliar el sueño y no logró nada. Ya era muy tarde y no podía estar dormida.

Estaba tan molesta que comenzó a reclamarle a Dios. Le refirió todo lo que había vivido ese día. Enojada, casi gritando, le preguntó por qué había enviado la lluvia. No entendía por qué reprobó el examen. Ese niño le tiró su lonche, su mamá llegó tarde, hizo una comida fea, más tarde Pinky le botó el helado. “Para colmo, ¡no me dejas dormir!”- le dijo a Dios.

Sin darse cuenta, a los pocos minutos quedó completamente dormida.

¿Qué estaba haciendo la niña a altas horas de la noche? ¿Dónde oró? ¿Cuál fue su postura de oración? ¿Qué sentimientos invadían su corazón?

A veces queremos esperar llegar al lugar de oración o tener un sentimiento tal para poder presentarnos al Señor. Como estés, como te sientas, debes orar y decirle al Señor todo lo que alberga tu corazón.

Por Galdino Enríquez Antonio

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