sábado, 14 de noviembre de 2015

El costo de la salvación

“El que no escatimó ni a su propio Hijo sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?” 
Romanos 8: 32

La primera parte del relato se encuentra en “Dejó todo por ti"; dar clip en la siguiente dirección: http://gacetadebelen.blogspot.mx/2015/11/dejo-todo-por-ti.html

Al ver la pobre madre a Joaquín, prácticamente bañado en sangre, pensó lo peor. Le aplicó un torniquete para evitar, que al bajar la mano, se desangrara; le cambio también la playera que portaba, por una limpia. Sin tardarse un momento más, abordaron un taxi que los llevó a la clínica más cercana. El médico descubrió que ninguna arteria había sido alcanzada, ni tampoco tendón alguno. Tras ser anestesiado, las puntadas fueron cerrando poco a poco la aparatosa herida.
Al momento de cubrir los gastos médicos, los ojos de su madre se agrandaron y en una expresión de asombro susurró: “¡Toda la venta de esta mañana!” Joaquín no recibió regaño alguno, ni reproches y tampoco jalón de orejas. Sin decir palabra, volvieron a casa ese día. En el camino su madre lo abrazó mientras una lágrima se deslizaba por su mejilla izquierda.
            Hoy, cuando Joaquín mira la cicatriz en su mano derecha, no mira únicamente un recuerdo, ve el gran amor de una madre por un hijo. Contempla, que para una madre, no existe precio alguno para lograr el bienestar de los hijos. Joaquín se siente orgulloso de la madre que tiene.
            Cuando el mundo fue envuelto por el pecado, la noticia recorrió todos los rincones del universo. Nadie le daba crédito a lo que estaba sucediendo. Sin tardarse mucho, Dios vino en busca del ser humano para hacerle saber que su rescate era una prioridad para la Trinidad. Le comunicó al hombre el plan de redención previsto desde antes de la fundación del mundo.
Cuando miro el calvario y observo el sacrificio de Dios por la raza humana, contemplo el precio que no le importó pagar para salvarla. No escatimó el gasto, ni siquiera la vida de su propio hijo por el rescate de muchos, entre los cuales estás tú y estoy yo. Cuando contemplas la cruz de Cristo, ¿qué observas? ¿Miras la muerte de un buen hombre o el gran amor de Dios por ti y por la humanidad?
El apóstol Juan puntualizó la acción divina de la siguiente semana: "Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él, no perezca, sino tenga vida eterna.”[1] El apóstol Pablo resalta que Dios “no escatimó ni a su propio Hijo sino que lo entregó por todos nosotros”[2].
¿No te parece maravilloso? Que nunca se te olvide que Cristo Jesús dio su vida por ti, el precio más caro que se haya pagado por un rescate.
            Dios te bendiga.
Por Galdino Enríquez Antonio





[1] Juan 3:16
[2] Romanos 8:32

Dejó todo por ti

“Aunque mi padre y mi madre me dejaran, con todo el Señor me recibirá.” Salmo 27:10

Un buen día de verano, Joaquín tuvo el firme propósito de limpiar el amplio patio que rodea la casa donde vivía junto con sus padres y hermanos. La lluvia le había devuelto el verdor a la maleza y ésta, había invadido casi todos los rincones posibles de aquel patio. Era necesario hacer el trabajo de limpieza cuanto antes. Nadie mejor que él para realizar la tarea.
Con gran determinación tomó el viejo machete de su abuelo y se dirigió a la piedra de afilar. Deslizó con buen ánimo la hoja metálica sobre ella y, cuando terminó de sacarle el filo a la herramienta, se tomó la libertad de hacerlo también con el lomo de la misma. Había visto cómo su abuelo afilaba ambos lados de su instrumento de trabajo. Éste lo hacía por ser ambidiestro; lo mismo trabajaba con la mano derecha que con la mano izquierda; así que para no regresar a la piedra de afilar con mucha frecuencia, el abuelo alistaba su machete por ambos lados de la hoja, cosa que Joaquín ignoraba en su totalidad.
            En el momento que creía haber terminado de afilar el machete, un trozo de madera, que hacía las veces de cuña bajo el pedrusco, se salió de su lugar, e hizo que la piedra de afilar se meneara. Esto propició que el machete hiciera un movimiento extraño entre sus manos, produciéndole una cortada profunda a la altura de su muñeca derecha.
Ver correr la sangre en abundancia, hizo palidecer a Joaquín. Sintió que la vida se le escurría por la mano. Sus gritos de pánico fueron escuchados por su hermana, que lo único que atinó a hacer fue levantarle la mano a Joaquín, mientras que éste apretaba con su mano izquierda bajo la herida. Asustada, corrió en busca de la madre, que había ido al mercado a ofrecer los frutos de la cosecha del padre.
La forma en que su hermana le dio la noticia a su madre, hizo que la pobre mujer dejara todo lo que estaba haciendo y viniera tan de prisa como le fue posible.
Cuando el pecado entró en este mundo, Dios deposito toda su gloria y poder en el Hijo, para rescatar al ser humano. ¿Que has dejado tu para seguir al Señor?

Por Galdino Enríquez Antonio

jueves, 5 de noviembre de 2015

¿Lo sientes?

“El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; más ni sabes de dónde viene, ni a donde va…” Juan 3:8

Con gran esfuerzo hizo saber a su madre cuál era la zona de donde provenía el dolor.
-          Pues, no veo nada hijo.
-          ¿Cómo no mamá?
-          Mira, si tu me muestras el dolor y logro echarle un vistazo, veré que puedo hacer, pero si no me lo muestras no podré hacer nada por ti – y se dispuso a salir de la habitación.
-          ¡Mamá! – dijo casi gritando y con lágrimas que decían cuanto dolor estaba sintiendo – el dolor no se puede ver, pero lo puedo sentir.
Entonces su madre se dio la vuelta y dijo – así es Dios hijo mío, no lo puedo ver a simple vista, pero lo siento en mi corazón. ¿Me entiendes ahora que no te lo puedo mostrar físicamente?
-          Si mamá, a Dios hay que sentirlo con el corazón.
Te pregunto a ti, ¿sientes a Dios en tu corazón? La vida y sus vicisitudes te pueden hacer cambiar de parecer si tu fe no es alimentada todos los días. Dios reprendió al pueblo de Israel a través del profeta Jeremías, diciendo: “Dos males ha hecho mi pueblo: Me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua.”[1] El joven del relato cavó una cisterna universitaria rota, dejó que las corrientes del pensamiento secular, inundaran su corazón hasta ahogarlo, para que no pudiera ver con los ojos de la fe, tampoco  sentirlo con el corazón.
Me despido en esta oportunidad recordándote las palabras registradas en el libro del profeta Isaías: “Buscad al Eterno mientras puede ser hallado, llamadlo en tanto que está cerca. Deje el impío su camino, y el hombre malo sus pensamientos; y vuélvase al Señor, quien tendrá de él misericordia, y a nuestro Dios, que es amplio en perdonar. Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos —dice el Eterno—. Como es más alto el cielo que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos”.[2]
Que “El Eterno te bendiga y te guarde. El Eterno haga resplandecer su rostro sobre ti, y te conceda su bondad.[3]

Usted ha leído la tercera parte de esta historia, en los siguientes enlaces podrá leer la historia completa:

Primera Parte: leer “No se ve”, en http://gacetadebelen.blogspot.mx/2015/11/no-se-ve.html
Segunda Parte: leer “Muéstremelo”, en http://gacetadebelen.blogspot.mx/2015/11/muestremelo.html

Por Galdino Enríquez Antonio




[1] Jeremías 2:13
[2] Isaías 55:6-9
[3] Números 6:24-25

¡Muéstremelo!

"Sentí un vivo celo por el Eterno, Dios Todopoderoso, porque los israelitas han dejado tu pacto, han derribado tus altares, y han matado a tus profetas. Sólo yo he quedado, y me buscan para quitarme la vida".1º de Reyes 19:10

Cuando volvió del templo la mamá, resolvió a tener una charla con su hijo, graduado como doctor en sociología de una de las más prestigiadas universidades de Inglaterra. Ambos se sentaron a la mesa y su madre le preguntó por la Biblia que le había regalado cuando partió a cumplir sus sueños universitarios.
-          Mamá, la dejé donde vivo. Eso creo. Ha de estar en el librero.
-          ¿Hace cuánto tiempo que no buscas a Dios? ¿Cuándo dejaste de ir a la iglesia? ¿Qué te hizo cambiar de parecer? – le preguntó la mujer.
-          Mira mamá. Me dediqué a estudiar. Y los estudios nunca me permitieron ver a Dios. Los hombres de ciencia nunca lo han visto. Es algo que solo existe en la mente de la gente sin estudios. ¿Cómo crees que me veré en mi trabajo hablando de Dios? Se van a reír de mí.
Todos los días de la semana su madre lo buscaba para estudiar juntos la Biblia, pero él se negaba. Cada día oraba a Dios pidiéndole encontrar luz para mostrarle a su hijo el error en el que estaba incurriendo. A la siguiente semana su madre insistió en que lo acompañara a la iglesia. Esta vez quien respondió con una negativa a la invitación fue su nuera.
-          Dice su hijo que si le muestra a Dios, él irá con usted al templo.
-          Dios no se puede ver. Sólo se puede sentir. Y yo lo siento aquí adentro, en mi corazón – respondió su madre.
-          Mamá, si no me lo enseñas, si yo no lo veo, no me insistas ir contigo – repuso el hijo desde el fondo de su habitación.
Esa noche el joven, ahora señor, tuvo un fuerte dolor de muelas. Tanto era el sufrimiento que se despertó dando gritos de dolor. Él sabía que su madre podría calmar el dolor con plantas medicinales. Apresuró a su esposa a ir por ella.
Sin demora su madre llegó y quiso saber el motivo de sus gritos y la urgencia con la que la había mandado llamar.
-          Me duele una muela – dijo articulando con dificultad las palabras.
-          A ver – dijo la madre – abre la boca.
-          Mmm no veo nada. ¿Cuál de las muelas es?
Existen objetos en la vida que no las vemos, pero sabemos que existen, como la electricidad, el dolor, los celos, el aire, el amor. Dios no es visible a los ojos humanos, pero sabemos que existe porque lo sentimos.

Usted ha leído la segunda parte de esta historia, en los siguientes enlaces podrá leer la historia completa:

Primera Parte: leer “No se ve”, en http://gacetadebelen.blogspot.mx/2015/11/no-se-ve.html
Tercera Parte: leer “¿Lo sientes?”, en http://gacetadebelen.blogspot.mx/2015/11/lo-sientes.html

Por Galdino Enríquez Antonio

¡No se ve!

“Me alegré cuando me dijeron: Vamos a la casa del Eterno.” 
Salmo 122:1

            Hace muchos años escuché el relato que les voy a contar. Fue narrado por un personaje que nos visitaba del país vecino de Belice, durante un retiro espiritual.
            Resulta que un destacado joven cristiano, se ganó una beca para ir a Inglaterra a estudiar. Todos en la familia se alegraron por la grandiosa oportunidad. Los preparativos de su partida no se hicieron esperar. Cuando llegó el día señalado para el viaje, su madre se le acercó con gran ternura y le dijo: “Nunca te olvides del Dios que te hemos enseñado”. Colocó en su maleta una Biblia nueva y le hizo prometer que la estudiaría siempre.
            El joven pasó mucho tiempo en el viejo continente. Estudió hasta alcanzar un doctorado. La vida universitaria poco a poco lo hizo desistir del estudio de la Biblia que su madre le había regalado. Las corrientes de pensamiento impartidas en las aulas de clase, le hicieron dudar de la existencia de Dios. Permitió que el mundo que lo rodeaba secularizara su vida. Contrajo matrimonio y su pareja no fue la ayuda idónea que le ofreciera apoyo para vivir bajo los principios cristianos que aprendió desde su niñez.
            Tiempo después dispuso pasar unas vacaciones en su natal Belice. Cuando su madre supo de los planes de su hijo, su corazón se llenó de alegría. Hizo los preparativos necesarios para recibirlo. Buscó tener en casa los ingredientes para elaborar sus platillos favoritos. Mandó a hacer reparaciones a su habitación. Compartió con mucha felicidad la noticia de la visita de su hijo con amigos y familiares.
            El día de su llegada fue una fiesta en aquel hogar. Muchos de sus conocidos llegaron a saludarlo. Saboreó de su comida y bebida favoritas. Disfrutó de numerosas charlas llenas de alegría. Cuando quedaron solos en casa, se dispusieron a descansar del día tan largo que tuvieron. Al amanecer, su madre preparó el desayuno con mucha emoción. Pero al ver pasar los minutos y su hijo no se presentaba al comedor, fue a buscarlo.
-          ¡Hijo, levántate! Se nos hace tarde. Tu desayuno está listo.
-          ¡Tarde! ¿Para qué mamá? – respondió desde la cama.
-          Para ir al templo. Hoy es el día del Señor.
-          Mamá, ¿todavía crees en eso? Dios no existe, deja eso para la gente ignorante. Déjame dormir.
Con lágrimas en los ojos su madre pasó un día triste y amargo en la iglesia. ¿Cuántos familiares dejamos tristes o contentos los días de culto y adoración?
Continuará…

Usted ha leído la primera parte de esta historia, en los siguientes enlaces podrá leer la historia completa:


Segunda Parte: leer “Muéstremelo”, en http://gacetadebelen.blogspot.mx/2015/11/muestremelo.html
Tercera Parte: leer “¿Lo sientes?”, en http://gacetadebelen.blogspot.mx/2015/11/lo-sientes.html


Por Galdino Enríquez Antonio