martes, 7 de julio de 2020

Un descuido provocado por el Cielo


Ocurrió un día lunes. Era el día siete del curso propedéutico para el ingreso al Colegio de Bachilleres. Más de mil aspirantes buscábamos ocupar los espacios que ofrecía el Plantel 02, al que postulábamos. Sólo uno de cada tres candidatos lograría una vacante. Cada día que transcurría, se sentía el aumento de la tensión entre los aspirantes, ya que nadie desistía no osaba tener una inasistencia.

Importancia del Pase de lista
https://www.saeko.io/es/blog/productividad/190-importancia-del-pase-de-lista
Eran dos requisitos que debíamos cumplir para lograr ser admitidos: asistir al 100% de las sesiones del curso propedéutico y aprobar con el mayor puntaje posible el examen de admisión. Serían dos semanas intensas, con diez sesiones presenciales del curso y un día de examen. Durante la primera semana completaríamos seis sesiones (de lunes a sábado), mientras que en la segunda semana, tendríamos cuatro sesiones de clases (de lunes a jueves) y el día del examen (viernes).

Ese lunes, la sesión número siete, me presenté puntual a clases. Estaba consciente de lo que implicaba haber faltado a la sesión seis (día sábado). Aun así, mi ánimo no menguó. El docente, religiosamente, hacía el pase de lista después de saludar al grupo, mientras entraba al aula y se dirigía al escritorio. Y no fue la excepción ese día.

Al ir tomando la asistencia a los primeros alumnos del grupo, la expresión del rostro del docente cambió, y con una voz de quien ha cometido una gran falta, se dirigió a la clase disculpándose por no haber hecho el pase de lista el día sábado y propuso que para remediar la situación, al momento de mencionarnos por nombre, tendríamos que señalar si estuvimos presentes o no.

Una serie de sentimientos encontrados me inundaron. Por un lado, la emoción de cómo Dios había obrado a mi favor, haciendo que el docente no hiciera el pase de lista; y por otro lado, me sentía entre la espada y la pared, y antes que decidiera hacer cualquier cosa, ocurrió lo inesperado.

Cuando el profesor reanudó el pase de lista y los compañeros iban asintiendo que sí estuvieron presentes el día sábado… un compañero, que estudió la secundaria conmigo, y que notó mi ausencia del día sábado, me preguntó con un tono de voz que no le conocía, si me atrevería a mentirle al profesor sobre mi asistencia. La sonrisa que esbozó al terminar de cuestionarme, me dejó sin palabras.

En la intimidad de mi pupitre, elevé una plegaria al cielo, como lo hizo Nehemías mientras iba al estrado ante el rey. Estaba seguro que no fueron las circunstancias que hicieron que el profesor pasara por alto tomar la asistencia el día sábado. Fue el Señor quien obró, estaba convencido de ello. Más de uno puede pensar que un descuido, alguna preocupación, o simplemente una casualidad, hicieron que el docente cometiera aquella falta.

En esos instantes, que parecieron ser una eternidad, el docente interrumpió nuevamente el pase de lista y llamó la atención de la clase y dijo: “¿Saben? Solo digan ‘presente’, y yo aquí, le pondré la asistencia del sábado a todos.”

¿Por qué interrumpió el profesor el pase de lista y tomó una nueva decisión, si ya había dispuesto una resolución al asunto? ¿Era realmente mi compañero de clases el que me estaba cuestionando o era alguien más? ¿Por qué no me permitió el Señor llegar al momento de tener que ser llamado en el pase de lista y reconocer mi ausencia del día sábado?

Cada vez que recuerdo este incidente, mi fe se fortalece en el Señor… ¿qué situaciones en su vida pueden ser compartidos como un testimonio para que otros conozcan del amor de Dios por sus hijos?

Por Galdino Enríquez Antonio 

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