Ocurrió
un día lunes. Era el día siete del curso propedéutico para el ingreso al
Colegio de Bachilleres. Más de mil aspirantes buscábamos ocupar los espacios
que ofrecía el Plantel 02, al que postulábamos. Sólo uno de cada tres candidatos
lograría una vacante. Cada día que transcurría, se sentía el aumento de la
tensión entre los aspirantes, ya que nadie desistía no osaba tener una
inasistencia.
https://www.saeko.io/es/blog/productividad/190-importancia-del-pase-de-lista |
Eran
dos requisitos que debíamos cumplir para lograr ser admitidos: asistir al 100%
de las sesiones del curso propedéutico y aprobar con el mayor puntaje posible el
examen de admisión. Serían dos semanas intensas, con diez sesiones presenciales
del curso y un día de examen. Durante la primera semana completaríamos seis
sesiones (de lunes a sábado), mientras que en la segunda semana, tendríamos
cuatro sesiones de clases (de lunes a jueves) y el día del examen (viernes).
Ese
lunes, la sesión número siete, me presenté puntual a clases. Estaba consciente de
lo que implicaba haber faltado a la sesión seis (día sábado). Aun así, mi ánimo
no menguó. El docente, religiosamente, hacía el pase de lista después de
saludar al grupo, mientras entraba al aula y se dirigía al escritorio. Y no fue
la excepción ese día.
Al
ir tomando la asistencia a los primeros alumnos del grupo, la expresión del
rostro del docente cambió, y con una voz de quien ha cometido una gran falta,
se dirigió a la clase disculpándose por no haber hecho el pase de lista el día
sábado y propuso que para remediar la situación, al momento de mencionarnos por
nombre, tendríamos que señalar si estuvimos presentes o no.
Una
serie de sentimientos encontrados me inundaron. Por un lado, la emoción de cómo
Dios había obrado a mi favor, haciendo que el docente no hiciera el pase de
lista; y por otro lado, me sentía entre la espada y la pared, y antes que decidiera hacer cualquier cosa, ocurrió lo inesperado.
Cuando
el profesor reanudó el pase de lista y los compañeros iban asintiendo que sí
estuvieron presentes el día sábado… un compañero, que estudió la secundaria
conmigo, y que notó mi ausencia del día sábado, me preguntó con un tono de voz
que no le conocía, si me atrevería a mentirle al profesor sobre mi asistencia. La
sonrisa que esbozó al terminar de cuestionarme, me dejó sin palabras.
En
la intimidad de mi pupitre, elevé una plegaria al cielo, como lo hizo Nehemías
mientras iba al estrado ante el rey. Estaba seguro que no fueron las
circunstancias que hicieron que el profesor pasara por alto tomar la asistencia
el día sábado. Fue el Señor quien obró, estaba convencido de ello. Más de uno
puede pensar que un descuido, alguna preocupación, o simplemente una
casualidad, hicieron que el docente cometiera aquella falta.
En
esos instantes, que parecieron ser una eternidad, el docente interrumpió
nuevamente el pase de lista y llamó la atención de la clase y dijo: “¿Saben?
Solo digan ‘presente’, y yo aquí, le pondré la asistencia del sábado a todos.”
¿Por
qué interrumpió el profesor el pase de lista y tomó una nueva decisión, si ya
había dispuesto una resolución al asunto? ¿Era realmente mi compañero de clases
el que me estaba cuestionando o era alguien más? ¿Por qué no me permitió el
Señor llegar al momento de tener que ser llamado en el pase de lista y reconocer
mi ausencia del día sábado?
Cada
vez que recuerdo este incidente, mi fe se fortalece en el Señor… ¿qué situaciones
en su vida pueden ser compartidos como un testimonio para que otros conozcan
del amor de Dios por sus hijos?
Por Galdino Enríquez Antonio
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